EL REY QUE BAILA
Llegamos al Día de Muertos, ese día en la tradición mexicana en que ponemos altares y llenamos las casas de colores y comida, de esperanza, para que vuelvan los que queremos y ya no están. Les quitamos con velas lo oscuro, la muerte con fotos y flores, los recordamos sin miedo, les regalamos campos de papel picado para que anden de nuevo en libertad.
Existe en yoga una postura que nos exige lo mismo a nosotros los vivos: quitarnos el miedo, colocarnos en equilibrio y despejar el corazón. Se trata de Natarajasana, la postura del señor de la danza. Al balancearnos, con una pierna hacia atrás y un brazo adelante, nos instalamos entre la vida y la muerte, imitamos a Shiva el que baila, y en nuestro cuerpo encontramos libertad.
Las edades del mundo, según el hinduismo, son largas. Cada que una determinada época termina, Shiva está presto a convertirlo todo en polvo para que un nuevo tiempo y un nuevo orden comiencen. Para el dios destructor, cada etapa es solo un momento que pasa, mientras que ningún mortal llega a conocer el fin de ninguna era.
Shiva atiende a estos cambios, bailando. Lo hace en su papel del rey que danza, Nataraja. Baila sin miedo, con un collar de serpientes al cuello y la destreza de un equilibrista que no pierde el ritmo, ni siquiera porque sus pies saltan encima de un demonio enano mientras lo rodea un aro de fuego.
El dios lleva en la mano un tambor, cada golpe por él dado es un mundo que muere y vuelve a nacer. Su música determina el tiempo que pasa deprisa, y pasa dentro de un círculo en llamas conocido como samsara.
Samsara es ese patrón cíclico en que los humanos vivimos, marcado por el nacimiento y la muerte, es también la reencarnación, pero además se refiere a los hábitos o patrones de conducta en que muchas veces nos estancamos y que de poco nos sirven para vivir plenamente. La ignorancia es el pequeño demonio con forma de enano bajo los pies Shiva, su misión es mantenernos ocupados en nuestros dramas cotidianos. El dios que baila no permite que el enano lo distraiga, ni se enreda en el círculo de fuego que lo circunda.
Mira lejos, en cambio. No siente culpa por destruir cada era. Sabe que todo lo que nace muere, que la destrucción es necesaria para abrir camino. Sin alguien como Shiva que prepara la tierra para que en ella crezca la vida, no podría hacer su trabajo Brahma, el dios creador. Bailar, sin miedo al cambio, sabiendo que la muerte es necesaria para que la vida siga, bailar como Shiva, es encontrar compasión en nosotros mismos.
El secreto para mantener el equilibrio en una postura como Natarajasana está en el corazón. Hay que abrirlo, como le abrimos las puertas a nuestros muertos en este día para que vayan y vengan entre los mundos, sin querer atarlos, dejando que el ritmo de un tambor cósmico los conduzca a través de toda transición.
Pablo d’Ors es sacerdote, escritor y fundador de una red de meditadores llamada “Amigos del desierto”. Su interés por el silencio, la necesidad de encontrar refugio en un mundo lleno de ruido, lo llevó a querer observar con detenimiento las consecuencias de simplemente sentarse a meditar o intentar meditar. Este pequeño libro es el recuento de ese viaje interno lleno de obstáculos, de esas “sentadas” y las consecuencias que poco a poco fueron trayendo a su vida diaria.