Un nuevo espacio.
Hace un mes abrió el estudio de Lotus House of Yoga México en la colonia Del Valle. Me tocó ver a mi maestra, Danny Campos, ir y venir, invirtiendo toda su energía y sus días en hacer posible un sueño que llevaba tiempo proyectando. Mi tío Ale fue quien le rentó el espacio y le ayudó a acondicionarlo. El lugar se llenó de luz, de bloques y de pesas para hacer Sculpt Flow, de cobijas enrolladas para el momento que todo yogui espera, el savasana. Se establecieron los horarios. Danny había convocado ya a un equipo de profesionales para que se encargaran de dar otras clases: Yoga Prenatal, Yoga Restaurativo, Yin Yoga y Meditación, Vinyasa Profundo y Vinyasa para principiantes.
Llegó el día de la inauguración. Había flores, incienso, cariño. Maestros y alumnos cantamos mantras, agradecimos el nuevo espacio, la oportunidad de asistir a clases ya no solamente de manera virtual. Y comencé a ir, por las noches, a la clase que da ella y yo tanto quiero: Vinyasa Yoga. Un espejo al frente me permite ajustar de pronto las posturas. En la televisión nos acompañan los que se acomodan mejor asistiendo desde casa.
La voz de Danny nos guía a todos, presentes o remotos. Sudamos, nos esforzamos. Cuesta trabajo silenciar la mente y concentrarse en el momento, en el cuerpo. Pero vale la pena. En eso estoy: haciéndome cada vez el propósito de acudir a ese nuevo estudio que se siente como casa. Gracias Danny por regalarme, regalarnos algo tan necesario como es el sentido de pertenencia. Así me siento, como parte de Lotus House of Yoga, de una comunidad, de una disciplina.